
Surgían de entre la hierba como destellos, como augurios que se elevaban por entre el recuerdo, como perfectos y tostados espantapájaros, como promesas de protección, como sentencia irrevocable de amores.
Mis lunas, Mis colas, Mis aullidos, Mis narices frías, Mis huesos de la suerte, Mi jauría, Mi soledad, Mis colmillos, Mi sangre.